domingo, 17 de enero de 2010

Muerte.


¿Dios, por qué tu tambien te enfermaste en estos días?
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Todo se ha vuelto gris, como antes, desde que intente drenar tu esencia de mi cuerpo. Ya no soy un acorde armonioso, solo uno desafinado y con cuerdas oxidadas que arruinan la música.
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Uno está rodeado de muertes, siente que en cualquier momento el aire soplara en su nuca para, de una vez por todas, cerrar párpados, cerrar mandíbulas para volver a acariciar los recuerdos que tan fielmente guardaste, si, en ese baúl, en el baúl roto de desilusiones olvidadas.
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Y ojalá, en medio de este cementerio, pueda resucitar, despertar de entre los inertes, y no ser uno más de ellos.
Que tanto me duelen.

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