viernes, 16 de agosto de 2013

Despilfarro

Diego no le gustaba tener visitas, de hecho siempre eran desastrosas para la casa. Aunque eran necesarias, debía admitir. El tiempo que practicaba violín a veces era sofocante incluso a sus 18 años. Si no estaba practicando, leía, pero la mayor parte del tiempo a solas. Incluso durante sus clases de colegio, preparándose para la universidad, la soledad se asomaba rutinariamente. Era hora de cambiar, se dijo, una vez que deje de practicar no va a pasar nada con las cuerdas

Invitó a Montoya y al ogro, personas con quienes compartía gustos musicales, pero nada más. Era la oportunidad perfecta. No los conocía bien así que era una oportunidad de oro para él y despojarse de su vida diaria.

No resultaron ser, pues, los invitados más educados. La ensalada que les invitó resultó volar por los aires, juntos con los tomates desparramados que hacían del comedor una graciosa escena de crimen. Empezaron a jugar con el violín, haciéndolo chillar a más no poder. Él, con su escuálido cuerpo no los podía parar. Corrió al ropero a refugiarse mientras ellos lo desquiciaban con sus gritos..


A Diego nunca le gustó la gente, ni las visitas, ahora ve por qué.

Crecer no es dolor

Rafael estaba molesto. Por lo general los regresos del trabajo resultaban tranquilos y sin mayores apuros. Pero esta vez fue la excepción, una paloma había manchado el parabrisas de su auto, y se había secado. Él, en su apuro de jugar con Diego, quiso limpiarlo con la mano. Un éxito, solo que rayó la la luna frontal sin remedio, provocando la ira momentánea de él, obligándolo a tener que agregar otro egreso de su presupuesto familiar, todo gracias a los excrementos de la ave de ciudad.

Llegó a casa, más molesto aún, seguro Diego estaría haciendo algún berrinche porque no encontraba algún juguete. El trabajo también había sido un incordio y solo quería descansar. Llegó a casa:

 - ¡Papá! ¡Papá! Se me cayó el diente de leche… ¿Me dará un sol el ratón Pérez?

Rafael, asombrado, vio dicho diente sobre la alfombra. Sonrió de ver a su hijo crecer. Tal vez, después de todo, vale la pena sonreír con él.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Desodorante, tijera, celular

Esta mañana se olvidó de ponerse desodorante, lo noté apenas cruzó el umbral de la puerta. ‘Vaya qué apesta’, cruzó un pensamiento por mi cabeza. Era una mañana cálida de verano, de esas que son traicioneras para las axilas. Era la primera vez que venía tan desarreglado a una clase, sus alumnos se sorprendieron de sus fachas. Ya no andaba con su celular, o mejor dicho, smartphone pegado a la palma de su mano derecha y los pelos de su pecho no se mostraban fuera de la camisa (vaya que dan ganas de cortarlos con tijera). Terminó la clase y lo anunció. Partía del país, era su último día como profesor. 

Nadie sabe por qué se fue. Ni qué motivos tenía para dejarnos. A veces creo verlo en el umbral cruzando con la elegancia de siempre, un buen perfume y su cabeza llena de gel. A quién engaño, soy hombre y me enamoré de él.

jueves, 8 de agosto de 2013

Audífonos, chocolate, libro.

A Lisa el juego pierde sentido cuando se sienta a solas en su cuarto. Prefiere escuchar su música favorita con sus audífonos recién comprados: Coltrane, Morrisey, Monsieur Periné por poner unos ejemplos. Vive en una familia de músicos, así que su repertorio se puede decir que es variado.

A veces baila con un chocolate y empieza su danza a solas en su cuarto, olvidándose que el libro que le mandaron a leer en el colegio la está mirando con su contratapa. Lamentablemente no siempre será así. Sus padres quieren que siga el legado familiar y toque el violín como ellos. Ella no quiere quedarse parada, el cuerpo está hecho para moverse.

Con su chocolate en mano, unos audífonos que le tapan las orejas y el libro de espectador, intenta hacer un recital inolvidable, aunque en el fondo sabe que no durará mucho y sus padres, tarde o temprano, entrarán a la fuerza intentando hacerle 'jugar' con el violín, sentada a solas en su cuarto.