domingo, 24 de enero de 2010

Mau.



Pocos, o muchos, saben acerca de mi afición por los gatos, por ese aire de misterio que emanan de su pelaje(y de su cola) al caminar, por sus ojos a la luz del día y a la sombra inmensa de la noche. No logro encontrar algún otro animal tan elegante, orgulloso e independiente como estos felinos. Me fascinan, me atraen, me hipnotizan y a veces atemorizan mis manos a la hora de acariciarlos.

Por supuesto, no siempre fue así. Cuando era más niño, me fastidiaba ver los gatos de mis vecinos porque siempre se orinaban cerca a la entrada de mi casa, dejando ese olor algo fuerte de sus deshechos.

Pero, luego de mucho tiempo, uno se acostumbra, quiera o no. Son pocos los animales que me incomodan. Solo es cuestión de aceptarlos.

Y es que cada vez que veo uno en la calle, no puedo evitar absorber toda la energía que me da su mirada, su cola y su pelaje.


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