viernes, 11 de julio de 2014

Excusas.

Había salido de una función de teatro, de sala repleta y aplausos presentes. Ya no se inmutaba por las parejas circundantes en las sillas aledañas, ni reparaba en adjetivos sobre las actuaciones de los artistas, sencillamente olvidaba sus preocupaciones y las dejaba a un lado. No reparaba en el hueco que tenía en su pecho, o al menos eso pretendía. La noche aún lo mecía con su manto azul marino.

Más tarde, recorrió los salones en los que ella paseaba, con un suspiro se llevó sus alientos y con un cigarro los expulsó. La ingravidez de su cuerpo lo guiaba por pasajes que sabía, no volvería a visitar. Su mirada nostálgica reflejaba dentro suyo todo lo no-vivido. El tiempo se había vuelto la excusa perfecta para que los recuerdos se pudrieran y el olvido los añeje.

Ya es tarde, se dijo. Con el peso encima de su vacío, dirigió sus pasos hacia la salida. Extrañaba los momentos y sus amigos ausentes, extrañaba la paz, extrañaba tanto que sin darse cuenta otra vez se había estrellado en esa nebulosa del pasado. Su pecho era una gamma de sensaciones, momentos y rarezas descuidadas. Uno a uno, se fueron mostrando las noches, las visitas a la azotea, las sorpresas que llenaban su corazón, las miradas que hablaban, las luces. Ya es tarde, se dijo.

Recordarte es un hermoso lugar.