lunes, 8 de julio de 2013

Algo lúdico

A ella le gustaba jugar en el mar. Y no, no por la playa específicamente, si no porque vive de hecho en un barco. Esta niña peculiar, tiene rizos castaños y un vestido rosa, como la muñeca con la que siempre anda. Digamos que es su sello característico. Yo la recuerdo haber visto en un atardecer, en un barco que al parecer su único tripulante es ella. Entonces empecé a hacer una historia sobre ella:

Sentada y aburrida en medio de altamar, Eurídice juega a ver como los demás se divierten, con sus pelotas gigantes que parecen globos en vez objetos sólidos. Nunca le pareció del todo divertido lo que hacían. Ella prefería jugar con su muñeca, parecía tener más vida que ellos, quienes a veces  parecían enfrascarse en sus piedras negras con las que miran un buen rato sin hacer nada.

Nunca se lo ha comentado a nadie, pero tiene una amiga ballena, que a veces la visita y le dice para que se monte encima suyo y paseen por las profundidades del mar. No creo que lo haga, no sabe nadar…


Y sin embargo en esa soledad que parece asfixiante, yo sé que ella disfruta hablar con las estrellas y contarles los secretos de ser feliz en un barco que parece abandonado, con una muñeca que no habla y una ballena que disfruta de estar a su costado.

Ensayo.

Alzó la mano para sobarse la nuca. Estaba avergonzado de sí, el resto del salón solo lo miraba expectante de qué sucedería después... Definitivamente las exposiciones nunca fueron su fuerte ni nunca lo serán. Todo comenzó desde que se levantó y al ponerse su perfume (su papá siempre le decía que una buena presencia es clave para el éxito) resultó que se había acabado. La vida, no contenta con seguir fastidiándolo, decidió que era hora de perder el calendario de pago para la boleta de la universidad.

- ¿¡Cómo puedes perder eso!? - le gritó su madre, en la casa no había internet, así que era evidente su enfado

- No te preocupes má, yo ahora más tarde iré a la tesorería y pediré que me lo apunten en mi cuaderno todo el calendario de pagos - mintió.

Él sabía que no había atención ese día.

Así pues, armado únicamente con su cuaderno, decidió escribir sobre las metáforas andinas, de los condenados, de los pishtacos. De cómo las gotas de sangre de un felino pudieran ser el origen de los demás felinos conocidos (aunque eso fuese un mito selvático)... El día se acontecía aburrido, y ya le tocaba su exposición para terminar

Se levantó y a la hora de enfrentarse a la puerta, cayó en cuenta que había olvidado su USB donde estaban su exposición. En un arranque de ira patió la puerta, y fue cuando todos lo miraron asombrados de imprudencia y temeridad. Estoy seguro que vio que de los ojos ajenos salían serpientes que lo querían devorar y hacer de él un enorme globo de llanto.