viernes, 16 de agosto de 2013

Despilfarro

Diego no le gustaba tener visitas, de hecho siempre eran desastrosas para la casa. Aunque eran necesarias, debía admitir. El tiempo que practicaba violín a veces era sofocante incluso a sus 18 años. Si no estaba practicando, leía, pero la mayor parte del tiempo a solas. Incluso durante sus clases de colegio, preparándose para la universidad, la soledad se asomaba rutinariamente. Era hora de cambiar, se dijo, una vez que deje de practicar no va a pasar nada con las cuerdas

Invitó a Montoya y al ogro, personas con quienes compartía gustos musicales, pero nada más. Era la oportunidad perfecta. No los conocía bien así que era una oportunidad de oro para él y despojarse de su vida diaria.

No resultaron ser, pues, los invitados más educados. La ensalada que les invitó resultó volar por los aires, juntos con los tomates desparramados que hacían del comedor una graciosa escena de crimen. Empezaron a jugar con el violín, haciéndolo chillar a más no poder. Él, con su escuálido cuerpo no los podía parar. Corrió al ropero a refugiarse mientras ellos lo desquiciaban con sus gritos..


A Diego nunca le gustó la gente, ni las visitas, ahora ve por qué.

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