viernes, 16 de agosto de 2013

Crecer no es dolor

Rafael estaba molesto. Por lo general los regresos del trabajo resultaban tranquilos y sin mayores apuros. Pero esta vez fue la excepción, una paloma había manchado el parabrisas de su auto, y se había secado. Él, en su apuro de jugar con Diego, quiso limpiarlo con la mano. Un éxito, solo que rayó la la luna frontal sin remedio, provocando la ira momentánea de él, obligándolo a tener que agregar otro egreso de su presupuesto familiar, todo gracias a los excrementos de la ave de ciudad.

Llegó a casa, más molesto aún, seguro Diego estaría haciendo algún berrinche porque no encontraba algún juguete. El trabajo también había sido un incordio y solo quería descansar. Llegó a casa:

 - ¡Papá! ¡Papá! Se me cayó el diente de leche… ¿Me dará un sol el ratón Pérez?

Rafael, asombrado, vio dicho diente sobre la alfombra. Sonrió de ver a su hijo crecer. Tal vez, después de todo, vale la pena sonreír con él.

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