lunes, 1 de agosto de 2011

Fotos.

Regresó de su viaje. Aún el cansancio reinaba su cuerpo, merodeaba por sus venas averiguando si algún rincón se había salvado de plaga inofensiva. El reloj marcaba las 6 en punto, decidió que irse a dormir a recuperar un poco de fuerzas era la mejor apuesta por el momento. No lo sabe, pero cuando su cuerpo por fin encontró el ansiado reposo toda su sala se inundó de una inusitada serenidad. Por las ventanas cerradas se exhalaba su paz, el pequeño paseo que se dio resultó agotador en toda cuenta, el descanso era bien merecido. De momento, creyó figurar entre el vació de sus párpados la reconciliación con su ánima. Deseaba poder sentarse a tomar un café y hablar de tonterías, cómo antes. Mas la esperanza ya se había escapado de la caja de Pandora, perdiéndose en algún lugar recóndito del bosque ilusorio, marchito en todas sus hojas y muerto por donde se vea.

Era tarde, las 10 de la noche, aunque felizmente era un domingo, día de relajo. Subió el volumen a su playlist y se puso a bailar con desenfreno por todas las estancias de su apacible hogar, como quien revive de un rotundo y espasmódico sueño. No le importaba que a tan solo un par de kilómetros había alguien adoleciendo su indiferencia, que mutilaba su cuerpo por instantes y pretendía ser feliz con una herida mortal. ¿A quién le importaba? Sólo a él, el genio del hoyo, que escalaba para ser libre pero caía al llegar al borde, tocando fondo en un chasquido de dedos.

Decidió, quizás con inocencia, brindarle una mano. Lástima que alguien volvió a caer para nunca más levantarse. Derrotado, dejó que la sangre manchara su cuerpo y desmenuzara los pocos recuerdos plácidos que aún conservaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario