jueves, 9 de junio de 2011

Transición.

Mis ojos, caoba y barniz, exponen cansancio ante la volatilidad de las luces perdidas. Me reclino hacia la mesa para descansar, el vino me acompaña fielmente a pesar de no haber bebido ni una gota de su casa de cristal. Da vueltas, empuja inútilmente su envase para acercarse. Yo sigo sin beberlo, aún mi cuerpo demanda una siesta momentánea. Me oculto de él, de los demás, es hora de soñar y no contarle a nadie mis fantasías (fútiles para muchos).

Con un gran y largo bostezo me despediré de este mundo.


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