viernes, 10 de junio de 2011

Salvaje

Premisas sagaces que replican de nuevo ser el centro de la tierra, como la esperanza de volver a reencontrarse con los sueños enardecidos por nuestro olvido. La mañana se viste de azul tenue, las personas allá abajo no se percatan de lo fugaz que es su andar, rápido y ligero como sus anhelos. De lejos el sol despierta y asusta con los primeros latigazos madrugadores, siento como uno de ellos atraviesa mi esternón ante mi pasividad, mi corazón despierta perezosamente, lo nostalgia de latir sin razón la bota al costado del camino.

Un brinco para aliviar la sangre caldeada por la rabia, la ira contenida. Pena, mucha pena, el océano rojo se va apaciguando con las horas que pasan, los ojos excluyen aquello que sea un peligro para la integridad. Paso a paso uno destruye y regenera su sombra, dicen que algunas son más claras que otras. En los sueños no hay sombras, solo rezagos de recuerdos que no desean perderse, sean verdaderos o falsos. Estos pensamientos recorren gentiles y feroces al unísono, sin mediar en pausas y descansos.

Ahora soy irradiado por una piedra plateada colgada en el techo de la habitación, me escapé del balcón porque presentí que tanta luz me disecaría, la piedra no duda en analizarme a cada giro que da, el viento incauto queda en silencio. No veo la hora de irme, quiero escapar, escapar de nuevo y escapar otra vez. No hay preguntas, solo verbos, acción sin meditar razones (laissez passer, laissez fazer). Los orígenes ya se encontrarán, me aconsejaron que me deje llevar. El río se ve caudaloso, en todo sentido.

Perdón, me desvié de la guía. Perdón, fui ingenuo al creer que éramos invencibles cuando veía nuestros cuerpos de barro.




Fly on little wing,
Yeah yeah, yeah, little wing

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