domingo, 19 de febrero de 2012

Inocencia.

El cuento tímido, sencillo, deambulaba en la buhandilla de su creador, un señor de cabellos canos como su bigote. El mundo que se le presentaba a sus ojos era hostil, entristecido por la oscuridad, por el olvido. Apenas podía asomarse a la ventana, no tenía la estatura suficiente y aunque se estirara con sus manos de arcilla, el exterior enardecía su delicada piel. Era un niño sin madre, explorando los únicos rincones que tal vez conocería con pasos titubeantes. Se ponía a cantar de noche para que la melodía lo acompañara, aunque el recuerdo de su dueño hiciera oídos sordos. La única vela que lo mantenía en vela pronto daría su último suspiro ahogado por la cera. ¿Cómo sería ver las calles aledañas? ¿Cómo pudieron olvidarse de él?

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