domingo, 1 de mayo de 2011

Penitente.

Ella está durmiendo.

El otro personaje corría desesperadamente entre llamaradas de fuego con alas que surcaban la habitación, araban el aire dejando tras de sí líneas de humo negro y veía como de esas nubes contaminadas crecía la aflicción, con sus pétalos de agonía. Al fondo, al costado de la puerta, dormía ella en una cama de infinito cabezal e inacabable colchón, imperturbable...

Se acerca. Por un momento ve un ave que lo peina para la ocasión. El techo se traga el animal cuando emprende vuelo de regreso a su nido de concreto. Se acerca aún más. Su boca está abierta de asombro por los fenómenos de la habitación blanca, o gris, o azul... Una manzana cae del foco que ilumina la estancia. Pide perdón cuando percibe que la distancia que los separa es prudente. Pide una y otra vez que le oiga, pues no muestra señal alguna de que lo está escuchando. El corazón se le parte una y otra vez al ver que su monólogo de extiende; la manzana se pudre. El tiempo parece ir más lento, el cuarto está viajando a la velocidad de la luz. El rastro de los fuegos flotantes se vuelven chispas, que pronto serán estrellas para adornar aún más ese universo...

S E D E S P I E R T A

Su almohada está humeda, el sudor ha cubierto cada poro de su piel de tela. La ve a su costado. ¿Qué hace ahí? Es el cuarto de ella.

Apenas tienen 19 años, viven en casas separadas por kilómetros. Le pide que lo disculpe, que tiene que regresar a su casa y ella responde:

¿No te cansas de intentar abrirme los ojos?

Ella está durmiendo.

Y una chispa calló en su cabello quemando sus pupilas sabor madera.


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