jueves, 17 de febrero de 2011

Kilo.

Ella despertó de su sueño que solo sabía repetirse al escuchar sus gritos de dolor, de miedo. No lo soporta más. No logra descansar plenamente desde entonces, su corazón se encierra al verse oprimido por las reflexiones que debieron ser diurnas. A duras penas puede respirar cada mañana.

Las noches parecen irreversibles, se da cuenta que el minutero de su
reloja no se detiene. Vivir resulta difícil, y qué peor si la oscuridad silenciosa de una tortura presenta obstáculos casi insuperables.

Chilla, simplemente el peso de la situación la empieza a vencer. Cuando menos se espere, su cuerpo desconsolado crujirá como madera seca. Todas las noches el sol empieza a quitarle la humedad a su cuerpo, por eso lo odia tanto; todos los días (y noches) debería llover.

Ahí empieza (de nuevo) a acostarse.
El sueño no se queda atrás y se esconde debajo de la almohada, al lado de su inconciente.

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