viernes, 24 de junio de 2011

Aún tengo.

Aún tengo atorados en mi garganta flores que se marchitaron, van haciéndose camino en forma de vómito al acercárse a la boca, donde finalmente serán expulsados dejándome ese agrio gustillo en el paladar.

Aún tengo la mirada empañada de tanta lluvia que ha caído en mi ciudad, las luces se ven difusas y cada paso dubitativo, lleno de tristeza, tambalea gracias a la gravedad del contexto.

Aún tengo el corazón acelerado, agitado por trastabillar en esta inquieta niebla que calla lo que pienso, fiel a su naturaleza inhibidora. Caigo, caigo.

Aún tengo la tráquea hinchada de fluidos que me recuerdan lo abominable/bello de vivir. Ignoro con cuál adjetivo quedarme, mi respiración se dificulta con el agua que me ahoga en este aire engañoso, que pretende purificar las invocaciones ciegas de mis deseos más profundos.

Aún tengo guardada en la repisa de mi cuarto la carta que escribiste. Las náuseas abundan en esa sopa de letras sin sentido (caóticas, inverosímiles, horrendas).

Aún tengo lo que alguna vez juré abandonar y, sin embargo, se adhiere más y más a las sábanas de mi cama, de mi cabellera también incoherente con el viento que sopla y tiende a peinarla, anárquicamente.

jueves, 23 de junio de 2011

Fotonovela.



Un proyecto en el que participé

domingo, 19 de junio de 2011

Pena

Doy uno de esos respiros de tristeza, melancolía hecha gas.

No aumento líneas, ella es analfabeta.

viernes, 10 de junio de 2011

Salvaje

Premisas sagaces que replican de nuevo ser el centro de la tierra, como la esperanza de volver a reencontrarse con los sueños enardecidos por nuestro olvido. La mañana se viste de azul tenue, las personas allá abajo no se percatan de lo fugaz que es su andar, rápido y ligero como sus anhelos. De lejos el sol despierta y asusta con los primeros latigazos madrugadores, siento como uno de ellos atraviesa mi esternón ante mi pasividad, mi corazón despierta perezosamente, lo nostalgia de latir sin razón la bota al costado del camino.

Un brinco para aliviar la sangre caldeada por la rabia, la ira contenida. Pena, mucha pena, el océano rojo se va apaciguando con las horas que pasan, los ojos excluyen aquello que sea un peligro para la integridad. Paso a paso uno destruye y regenera su sombra, dicen que algunas son más claras que otras. En los sueños no hay sombras, solo rezagos de recuerdos que no desean perderse, sean verdaderos o falsos. Estos pensamientos recorren gentiles y feroces al unísono, sin mediar en pausas y descansos.

Ahora soy irradiado por una piedra plateada colgada en el techo de la habitación, me escapé del balcón porque presentí que tanta luz me disecaría, la piedra no duda en analizarme a cada giro que da, el viento incauto queda en silencio. No veo la hora de irme, quiero escapar, escapar de nuevo y escapar otra vez. No hay preguntas, solo verbos, acción sin meditar razones (laissez passer, laissez fazer). Los orígenes ya se encontrarán, me aconsejaron que me deje llevar. El río se ve caudaloso, en todo sentido.

Perdón, me desvié de la guía. Perdón, fui ingenuo al creer que éramos invencibles cuando veía nuestros cuerpos de barro.




Fly on little wing,
Yeah yeah, yeah, little wing

jueves, 9 de junio de 2011

Transición.

Mis ojos, caoba y barniz, exponen cansancio ante la volatilidad de las luces perdidas. Me reclino hacia la mesa para descansar, el vino me acompaña fielmente a pesar de no haber bebido ni una gota de su casa de cristal. Da vueltas, empuja inútilmente su envase para acercarse. Yo sigo sin beberlo, aún mi cuerpo demanda una siesta momentánea. Me oculto de él, de los demás, es hora de soñar y no contarle a nadie mis fantasías (fútiles para muchos).

Con un gran y largo bostezo me despediré de este mundo.