lunes, 21 de diciembre de 2009

Navidad


"Navidad, Navidad, blanca Navidad..."

No sé desde cuando (ni por qué) las festividades de fin de año se me hacen tan apáticas.

Veo gente comprar compusilvamente, parejas recorrer el centro, extranjeros visitando por primera vez estos lares. Todo un show digno de ser televisado.

Cuando me encuentro con esas imágenes, por momentos, suelo sentir un aire frio recorrer mi cuerpo. De arriba hacia abajo, primero mis pensamientos se estropean y luego mis pies actúan torpemente.

No es el afán mercantilista que en estos tiempos reina en el ambiente. Más bien, se trata de una reacción que produce mi cuerpo al verse inmerso en estas atmósferas.

Lleno de desesperanza en estas épocas, suelo querer desdoblarme o solo desaparecer mi existencia unos segundos. Jugar a ser Jesús, estar "muerto" hasta el 25 de diciembre (o 26?) para luego abrir los ojos en una cuna, levantarme, y seguir con mi vida de nuevo.

Quizá esta actitud, que de hace algún tiempo me invade, se deba a que en Navidad reciba malas nuevas. Los regalos ya no me animan, muchas veces los veo como meros objetos. Recobro energía cuando, por razones de la vida, un amigo me llama y charlamos un rato. Son los momentos los que valoro, no los números del obsequio.

"Si mi dieras a escoger entre dinero y un viaje, escogeria el viaje. Pues el dinero va y viene, pero los recuerdos perduran."

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Me paro, me pongo alguna ropa de poco valor (acá los ladrones te califican según tu atuendo). Camino, siendo guiado por mi calzado. Quiero irme lejos, bien lejos, dejar todo atrás. Disculpen familia, los quiero, pero no demasiado. No se preocupen, regreso para la cena.Y dejo la navidad pasar.